No funcionó. En todo caso, esta intervención fue contraproducente, ya que los participantes que crearon uno u otro tipo de presupuesto se sintieron mucho menos seguros y tenían mucho menos control sobre sus finanzas.
Esta evidencia sugiere que la elaboración de presupuestos puede hacer que las personas sean menos propensas y receptivas al cambio. Los presupuestos pueden seguir siendo una herramienta útil para orientar o informar nuestras decisiones, pero este estudio sugiere que nuestra suposición de que las personas deben elaborar un presupuesto antes de considerar otros cambios en sus finanzas puede ser errónea.
Imagine que se ha apuntado a reunirse regularmente con un entrenador financiero o un asesor financiero para que le ayude a mejorar su situación financiera. Probablemente, una de las primeras cosas que hará será crear un presupuesto basado en sus gastos actuales. Cambiar la forma en que gestionamos nuestras finanzas puede resultar abrumador, pero crear un presupuesto se considera un primer paso importante para realizar otros cambios positivos en nuestras finanzas.
A los profesionales también les resulta útil elaborar un presupuesto. A menudo utilizan un ejercicio presupuestario inicial para hacerse una idea general de la situación financiera de alguien y sacar a relucir áreas problemáticas específicas que pueden abordar juntos. En una sesión de coaching financiero. Por ejemplo, el coach puede utilizar un presupuesto para averiguar si hay cambios que el cliente pueda hacer para empezar a ahorrar para un objetivo financiero a largo plazo.
Sin embargo, los profesionales le dirán que el presupuesto inicial rara vez es exacto. La vida financiera de la gente es complicada y volátil, lo que dificulta la elaboración de presupuestos. Además, la gente simplemente no recuerda los detalles de sus gastos. Un presupuesto exacto es útil porque hace que las áreas problemáticas sean fáciles de ver para los clientes.
Sin embargo, a un nivel más profundo, la elaboración de un presupuesto también podría cambiar la forma en que interactuamos con nuestras finanzas. Si este es el caso, quizás hacer que los clientes creen un presupuesto sea más valioso que simplemente hacerse una idea de sus circunstancias financieras: la elaboración de un presupuesto podría hacernos más dispuestos y receptivos a cambiar nuestro comportamiento.
Cuando nos propusimos rediseñar el ejercicio de elaboración de presupuestos que los profesionales dan a sus clientes, nos planteamos la hipótesis de que la elaboración de presupuestos podría tener un par de beneficios psicológicos más.
La presupuestación podría reforzar nuestra autoeficacia y animarnos a creer que vamos a ser capaces de gestionar nuestras finanzas de forma que favorezca nuestro bienestar financiero.
La elaboración de un presupuesto podría hacernos sentir más seguros y cómodos a la hora de comprometernos con nuestras finanzas. Enfrentarse a problemas financieros puede ser doloroso, así que quizá los presupuestos nos hagan menos propensos a evitar los problemas.
Los presupuestos podrían hacernos sentir que tenemos más control sobre nuestras propias finanzas. Esta sensación de control es importante para formarnos intenciones de cambiar nuestro comportamiento, pero también puede hacernos sentir mejor con nuestras finanzas por derecho propio.
Queríamos probar si el tiempo extra dedicado a obtener un presupuesto muy detallado haría que la gente percibiera el presupuesto como más preciso y si tenía algún otro beneficio psicológico. Asignamos aleatoriamente a 462 encuestados a una de tres condiciones.
Un ejercicio de presupuestación corto: los participantes completaron un presupuesto que requería menos especificidad, pidiendo sólo 17 campos de información.
Un ejercicio de presupuestación largo: los participantes completaron un presupuesto que era mucho más granular, pidiendo 83 campos de información diferentes.
Un control en el que los participantes leyeron un artículo sobre presupuestación.
Inicialmente vimos que la gente tendía a considerar el presupuesto más intensivo como más preciso, pero esas diferencias desaparecieron tras controlar otros factores, como la frecuencia con la que utilizan un presupuesto en su propia vida. No descubrimos que la gente se sintiera diferente sobre sus finanzas después de completar el presupuesto simple en comparación con el presupuesto más intensivo.
Nuestro análisis sí sugiere que los participantes que crearon cualquiera de los dos tipos de presupuesto se sentían significativamente menos seguros y con menos control de sus finanzas. Preguntamos a todos los participantes sobre su confianza en la gestión de sus finanzas antes y después de los ejercicios presupuestarios. Los tres grupos tenían niveles similares de confianza antes del ejercicio. Las personas que leyeron sobre la elaboración de presupuestos experimentaron un aumento de la confianza en sí mismas del 6%. Las personas que realizaron un ejercicio presupuestario, por otro lado, experimentaron alrededor de un 3,5% de disminución de la confianza en sí mismas.

En conjunto, esto sugiere que el proceso de elaboración de un presupuesto no hace que las personas estén más dispuestas a cambiar la forma en que gestionan sus finanzas. Por el contrario, estas pruebas sugieren que, en realidad, la elaboración de presupuestos puede hacer que las personas sean menos propensas y receptivas al cambio. Los presupuestos pueden seguir siendo una herramienta útil para guiar o informar nuestras elecciones, pero este estudio sugiere que nuestra suposición de que la gente debe hacer un presupuesto antes de considerar otros cambios en sus finanzas puede ser errónea.